06 abril 2011

Armando S. Faso II - Memorias de un alma en pene

Luego del accidente sufrido por nuestro amigo Armando, decía que encontró nuevos caminos, pero nunca se pudo olvidar de la manuela ni de esa vida rebelde, tan llena de patriotismo desenfrenado. Si bien la calma vino, vestigios irritados de esa inconducta populista se podían divisar en el blanco rojizo de sus ojos avellanados. Dos días después del accidente, vagando por alguna calle del conurbano, conoció a Fumito y juntos de la mano hicieron una amistad humística. Fumito siempre vivía en su mundo, quizá nunca se enteró que Armando quería sopletearle a la hermana, o que Armando mataba la ronda por su egoísmo sincronizado a la hora de tomar el dulce regalo de la sabiduría. Quizá cuándo se acordaba, Armando estaba picando el próximo. Y así pasaban los días, Fumito colgado y Armando luchando en su interior contra la violencia que quería salir pero que estaba contenida en enormes nubes blancas.

Toda esta introducción, era para poner al lector en órbita y situarlo en contexto, textura y psicodélico paisaje. Pronto saldremos de la cajonera para gritar a los cuatro vientos: "Me gusta el dulce de Batata y odio el Membrillo, chúpenme la naranja abierta en la parte de arriba que se saborea de lujo".

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